Nuestro país, de mal en peor, está desilusionado, indignado, confundido. ¿Cómo no? ¿acaso no se doblan rodillas ante quienes atentan contra la honra y los cuerpos de mujeres, niñas y niños, la vida, bienes, sosiego, dignidad y libertad?
Paz ¡sí!, pero no así: ¡no amarrando las manos de la fuerza pública!
Ataques al sector productivo y discursos demagógicos, en vez de acciones gubernamentales eficientes, agrandan las deudas ante la nación. Las aspiraciones razonables y legítimas de las gentes pueden ser resueltas, pero el presupuesto se dilapida en robos, burocracias y despilfarro.
Se acusan de golpes y atentados, amenazan, causan temor y violencia. Dicen nuestros campesinos que, cuando dos toros pelean, los que sufren son la cerca y el corral. Dan bandazos como un vehículo cuyo conductor quiebra para no desbarrancarse, pero sobrecorrige y al otro lado aparece un nuevo peligro, y así sucesivamente. No se estabiliza: marcha sin rumbo ni ritmo.
Cacarean que gobernarán desde el territorio, como si viajaran con regalos a colonias lejanas. Centralistas y caudillistas se oponen a la autonomía, y a apoyar con descentralización real las capacidades de la ciudadanía, alcaldes y gobernadores para resolver los problemas locales.
Minorías vociferantes y bodegas productoras de falsas noticias de odio y resentimiento monopolizan y se turnan el micrófono para aplastar ciudadanías, libertades y derechos.
Ni neoliberalismo ni estatismo ramplón. Colombia, que enfrenta problemas complejos, es más que extremismos, guerrillas, narcos, paramilitares, políticos y corrupción.
¿Qué hace la gente frente a sus problemas? ¡Actúa! Con alborotos y recriminaciones, sin acciones colectivas bien planeadas y ejecutadas, nunca se resolverán los desafíos de hambre, inseguridad, discriminación etc.
Las mujeres prohíjan vida, paz, perdón, reconciliación, convivencia, y las cabezas de familia soportan buena parte de la sociedad colombiana. Empoderándose, han avanzado sobre el patriarcalismo. Su agenda continúa: feminicidio, violencia doméstica, acoso, igualdad real e integral, apoyo mutuo.
La juventud colombiana quiere avizorar un futuro de oportunidades, pero desconfía de las instituciones y se siente desamparada por el Estado. Han de sacudir cualquier apatía, desesperanza o explosividad, y ganar decenas de cargos de elección popular para construir el país que soñamos y merecemos.
Lo atrevido es pararse firme, como hizo el legendario Ulises amarrándose al mástil para no sucumbir al canto de las sirenas. Como Luther King, Gandhi y Mandela, líderes que se mantuvieron erguidos frente a las extremas. Llamamos a la acción no violenta, a una insurrección pacífica de las almas y las mentes. No más corrupción, politiquería y malos gobiernos. ¡Seamos el cambio que queremos para el país y el mundo!
Parafraseando a Martí: Libertad es el derecho que toda persona tiene a ser honrada, a pensar y hablar sin hipocresía. Quien no se atreve a decir lo que piensa, no es honrado. Las bestias necesitan ser libres para vivir dichosas: el elefante no quiere tener hijos cuando vive preso; la llama del Perú se echa y se muere cuando se le habla con rudeza, o se la sobrecarga. Hay que ser, por lo menos, tan decoroso como el elefante y como la llama.
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¡Tu voz cuenta!
Claro está que hay que enarbolar ideas, programas, proyectos y propuestas concretas. Pero ningún programa tendrá validez si no es el producto de una gran participación ciudadana. Po r lo anterior, y sin la menor pretensión de exhaustividad, señalamos una serie de puntos que han sido decantados en la práctica del debate político de los últimos tiempos, así este haya sido abigarrado y merezca mejores conducción y metodología, y el liderazgo distribuido de centenares de mujeres y hombres a lo largo y ancho del país: